André Øvredal, director con un
solo largometraje en su haber, se hizo cargo de un trabajo que, a priori,
parecía nimio y, por su temática, excesivamente manierista. Sin embargo, al
visionar el film, uno se da cuenta que lo que tiene delante es algo diferente,
y, aunque la complejidad de los personajes tiende a quedar de lado, sí que es
cierto que pocas veces se ha visto una película con este nivel de calidad i de
sordidez visual como la que tratamos.
La película tiende, de forma subrepticia, a colocar al espectador como
integrante del reparto, y, gracias a una fotografía muy cuidada y absolutamente
claustrofóbica, consigue un efecto enardecedor hacia el espectador, pues el
ritmo del film ésa gil y en ningún momento nosotros (los espectadores) sentimos
que nos encontramos por delante de la película.
Y esto, aunque no pudiera parecerlo en principio, es importante, pues el
género de terror juega a sorprendernos, y si una película de terror se
encuentra por detrás de nosotros el efecto sorpresa se diluye y la principal
motivación del film queda ocultado, desperdiciado, por así decirlo.
La película funciona. Y funciona gracias, principalmente a dos factores:
Los actores y una dirección, y puesta en escena muy sencilla aparentemente,
pero tremendamente funcional.
En el primer apartado, nos encontramos dos actores que, gracias a su
buena comunicación y relación delante de la cámara, hacen que la cinta tenga
ese punto de realismo que necesita para compenetrarse con el espectador. Emile Hirsch, Brian Cox, son los encargados de llevar a
cabo la autopsia que generara todo lo que sucederá a posteriori. Resulta
interesante la relación entre estos, pues tiende a medida que avanza la cinta,
a enfriarse hasta llegar al clímax, donde todo vuelve a su lugar. Cox resulta
ser excesivamente duro con un chico que hace todo lo posible para no dejar solo
a su padre después de una dura perdida.
En lo referente al segundo apartado, Entre Roman Osin (director de
fotografía) y el mismo Øvredal, consiguen crear un microcosmos, una
ambientación que resulta más que adecuada para el tipo de película que nos
quieren ofrecer.
La cinta, en su gran parte del metraje, está rodada en interiores, y la
luz que utilizan para proyectar las emociones de los actores me parece acertadísima,
tendiendo a palidecer las imágenes en momentos clave de la cinta.
Por otro lado, el guion no resulta excesivamente interesante, pues
desconocemos las causas de lo sucedido, pero esto no es inconveniente pues el
foco de la acción es otro: La desesperación de los personajes al encontrarse
delante de la muerte. El intento sobrehumano de sobrevivir.
André Øvredal, es un
director que, a nivel personal, creo que hay que seguir. Quizá su senda tienda
a desviarse o, por el contrario, es posible que siga indagando, de forma tan
personal, a cerca del origen del mal y hacia donde, este, pueda dirigirse.
En
definitiva, una cinta altamente recomendable.